viernes, 16 de octubre de 2009

AMANECER INUSITADO



Sentía el susurro del viento mientras dormía en sus mejillas, como si fueran caricias, y comenzó a imaginar que así era.
El deseo se apoderó de su mente, y la necesidad de sentirlo, la hizo sumergirse en aquel bello momento con el que siempre había soñado. Estar junto a él.
Su piel se estremeció por un instante.
Sus sensaciones se incrementaron de una manera increíble, y por un momento, llegó a creer que todo era real.
Su pelo se movía suavemente sobre la almohada. Sus manos acariciaban el lecho como si de su cuerpo se tratase, y sus labios se humedecieron con el néctar que tanta sed le producía,
sus besos.
Las sábanas cubrían su cuerpo desnudo con suma delicadeza. Aunque para ella, era la piel de su amado la que sentía. Suave, tersa, ardiente.
No quería despertar de esa fantasía maravillosa, que en un solo segundo, le hizo sentir el deseo más intenso y la pasión más desbordada.
No quería que aquella magia pudiera romperse.
Estaba despertando con él, lo estaba sintiendo como siempre soñó que lo haría.
Amándose con locura.
Dejándose llevar por un cúmulo de sentimientos, que por fin, aunque fuera un sueño,
se hacía realidad en aquel amanecer inusitado.


-Melancolía-

martes, 22 de septiembre de 2009

UNA PIZCA DE FELICIDAD



Solía despertar cada mañana, desperezándose como una niña pequeña entre las sábanas.
Cuando conseguía abrir los ojos, contemplaba desde la cama la vieja ventana de madera,
por donde se colaban entre sus rendijas, pequeños rayos de luz.
Se estiraba una y otra vez, hasta que conseguía levantarse.
Descalza, se acercaba a la ventana y la abría de par en par, alzando la cara hacia el sol,
e intentando llenar sus pulmones del aire fresco de la mañana.
Allí mismo, hiciera frío o calor, abría sus brazos y dejaba que el aire la envolviera por completo.
Para ella, era un ritual. Una manera perfecta de comenzar un nuevo día. Un modo distinto de dar gracias por ello.
La casa, era la clásica de un pueblo de montaña. Paredes gruesas que guardan en su interior el frescor más cálido en verano, y en el duro invierno, requieren de una buena chimenea y unas cuantas mantas.
Hacía unos años que se había mudado allí, agobiada por el murmullo de la gran ciudad.
Su corazón y su mente, necesitaba un escape que al principio, creyó sería corto. Pero se enamoró tanto de aquel rústico paisaje, que decidió quedarse allí una larga temporada,
quizás, toda una vida.
Mirara por donde mirara, las montañas la rodeaban.
El verde era intenso .
El aroma puro y limpio.
Y la sensación de libertad, era absoluta.
No había muchas cosas que hacer por ahí, pero tampoco las necesitaba. Hacía un tiempo,
comenzó el sueño de su vida, comenzó a escribir. Relataba cualquier cosa, vivencias,
deseos, sueños, añoranzas, recuerdos.
Un momento, un simple segundo o un minúsculo acontecimiento que en ella provocara sentimientos, era motivo suficiente, para deslizar su pluma y dibujar sobre el papel miles de palabras, que iban cobrando sentido poco a poco.
A veces, bastaba una sonrisa, una mirada, un gesto inesperado.
Otras, una dulce música mientras contemplaba las gentes de aquel lugar. Mientras observaba como vivían.
El galopar de los caballos libremente por la pradera. El ladrido de un perro, o el vuelo de una paloma.
Hasta una simple nube, en ese intenso cielo azul, era capaz de hacer volar su imaginación, para que ella, en décimas de segundo, lo moldeara de un modo, que hacía que quien la leía, tuviera las mismas sensaciones, respirara los mismos aromas, y a veces, sintiera del mismo modo.
Quizás el sueño de su vida, no fuera escribir. Quizás lo que realmente deseaba, es poder transmitir de alguna manera, esas sensaciones tan maravillosas que ella relataba, porque del mismo modo las sentía. Porque quería compartirlas, transmitirlas. Quería que todas y cada una de las personas que pudieran leerla, por un instante, pudieran dejarse llevar. Pudieran olvidar cualquier dolor, cualquier pena. Pudieran envolverse de una pizca de felicidad, desde
el primer momento, en el que comenzaban a leerla.




-Melancolía-







SIN IMPORTANCIA


Hoy regreso la mirada al pasado. Mis ojos llegan a iluminarse, a la vez que brillan de emoción.
La emoción más maravillosa que jamás podría sentir, que jamás podré olvidar.
Recuerdo cada detalle de aquella época de mi vida, como si hubieran sido congelados, para que el tiempo no los dañe, no los borre nunca.
Lo que daría, por vivir un solo segundo de aquellos instantes.
Volver a sentir la mirada de aquella mujer que tanto embriago mi vida, de buenos y valiosos
sentimientos.
Poder dormirme en su regazo, mientras su voz acaricia y tranquiliza mi alma, para que tenga
dulces sueños.
Sentir sus manos acariciando mi pelo.
Respirar ese perfume, que en su piel, provocaba la envidia de la rosa más preciosa y olorosa.
Escuchar la ternura de sus palabras, aconsejándome siempre. Calmando mis miedos y mis
posibles iras, de modo que, casi todo, pareciera fácil, sencillo.
A su lado, los sueños eran alcanzables. Las nubes no quedaban tan lejos. Y la luna, la luna era la mejor amiga en la noche. La que velaba que nada ni nadie, pudiera dañarte mientras dormías.
Cómo me gustaría ver el sol, a través de esos cabellos blancos, que hacían que su luz creciera,
que su calidez fuera absoluta.
Hoy mi mente regresa a un mundo diferente por completo.
Un mundo en el que me sumerjo de vez en cuando, para soñar, para volar y sentirme libre.
Sentirme realmente protegida y arropada.
Un lugar perdido materialmente, pero tan vivo en mi pensamiento, que cada vez que me introduzco en él, vuelvo a sentirme niña. Vuelvo a creer, sentir, amar. Valorar lo que soy,
por encima de todo. Y recordar aquella frase que llenará mi vida para siempre.
“ No importa si eres rosa o una sencilla amapola. Lo que tú tienes, lo que eres interiormente, es lo realmente importante. Cuídalo y aliméntalo cada día con los mejores valores y más bellos sentimientos. Lo demás, no tiene importancia”






-Melancolía-

miércoles, 2 de septiembre de 2009

UN MAR EN CALMA




Tras la ventana contemplo el ir y venir del viento, apoyada en los cristales, que poco a poco se van humedeciendo por el contraste de la temperatura.
Los árboles de la avenida, dentro de nada, perderán ese verdor intenso que han mantenido durante todo el verano, para cambiar sus ropajes. Para más bien, desprenderse de ellos.
Es curiosa la naturaleza, y a la vez fascinante.
El cielo se ha tornado gris, quizás llueva, quizás no.
Quizás se esté tomando un pequeño descanso a tanta luz.
Dentro de unos meses, los días serán más tristes, más sombríos.
Volverá el frío intenso que tanto odio, dejando atrás cualquier rastro del verano.
La noche se convertirá en eterna y el día, despertará con el típico cielo encapotado de nubes o esa niebla densa, que se cuela hasta los huesos.
Tan sólo quedará el fuerte viento de esta tierra, que permanece impasible durante todo el año
y será el único capaz de devolverle la luz del sol, al duro invierno.
Cómo pasa el tiempo, como transcurre cada día envuelto en la más absurda monotonía.
Cómo sientes que se te escapa la vida en cada minuto, en cada segundo, y por mucho que quieras, no puedes impedir que esto suceda.
Los mismos lugares, los mismos paisajes y la misma rutina.
Tan sólo el ir y venir de las gentes que te son totalmente ajenas, cambia un poco cada día.
A veces los contemplo desde el autobús, con el único afán de poder llegar a saber que piensan,
que pasa por sus cabezas.
Cuando nuestra mente merodea por nuestro interior, como alma en pena, creemos que somos los que más sufrimos, a los que más nos afecta todo. Que no existe nadie que sufra más que tú, que a nadie le puede doler nada más, que a ti.
Tu mar de sentimientos es único, pero no por ello, es el más profundo y el más bravío.
El corazón de cada cual, navega incansablemente por ese mar cada día, intentando remontar cada dura tormenta que la vida pone a tu paso.
Muchos la afrontan con ilusión y energía. Otros sucumben ante el fuerte oleaje y se hunden o quedan varados para siempre.
En mi caso, simplemente lo afronto con una pequeña embarcación, con la que espero, día a día, alcanzar un mar en calma, que me lleve lo antes posible, hasta el final de la mía.




-Melancolía-

martes, 11 de agosto de 2009

LA GRANDEZA DE UN SER

Tras las dunas cálidas del desierto, se podía divisar aquel corcel negro.
Fastuoso e imparable, cabalgaba ligero y brioso, como el mismo viento.
Sus crines danzaban al compás de su elegante trote, como sedas de la
suavidad más increíble.
Alzando sus patas delanteras, como queriendo alcanzar el mismo cielo,
hacía alarde de su fuerza y su bravura, mientras demostraba al mundo,
hallarse en poder de la libertad, su libertad.
El mismo sol lo acariciaba cada día, mostrando su esplendente lomo azabache.
Como un mismo dios, ávido de vida, recorría miles y miles de kilómetros
sin descanso, como queriendo encontrar una salida, un por qué, un sueño.
Cuando sentía necesidad de beber, se acercaba al oasis más próximo.
Los animales lo observaban con asombro y admiración, pero se alejaban de é.
Con sumo cuidado, se asomaba a la orilla del agua y permanecía un instante
inmóvil, contemplando su reflejo. Cuando por fin saciaba su sed, arremetía
contra el agua, como queriendo romper esa belleza que él no comprendía.
Un ejemplar único en el mundo por su hermosura, y se sentía sólo, completamente
solo.
Tal vez, algún día, alguien comprendería que era un ser realmente especial,
y que por eso, no dejaba de tener sentimientos, de sufrir, de no poder llegar
a ser feliz.
Que la lindeza o la fealdad de alguien, no hace la pureza de su alma.
Que hay que acercarse a ella, con los ojos vendados, para descubrir realmente,
la verdadera grandeza de cada ser.




-Melancolía-





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domingo, 9 de agosto de 2009

UN ENCUENTRO DESEADO


No esperaba que apareciera en ese preciso instante. Había imaginado tantas veces cómo sería, que ahora no sabía reaccionar.
No creyó que pudiera pasar realmente.
Soñaba cada día con poder besar sus labios. Los labios de esa persona a la que tanto amaba,
por cómo era, por cómo le hacía sentir.
Alguien al que necesitaba como al aire. Con el que la vida, cambiaba del color gris intenso,
para pasar al paisaje más maravilloso del mundo, con colores realmente intensos.
Su voz, le hacía sentir la caricia de la brisa en su mejilla. Su risa, el despertar del sol
en el mar. Y sus palabras, el bello reflejo de la luna sobre sus aguas.
En los momentos que compartían juntos, todo a su alrededor desaparecía.
Todo lo que le rodeaba, se transformaba en todos los sueños que ella siempre había deseado.
Jamás le importó nada de lo que en su vida pudiera ser o dejar de ser.
Lo importante, lo que amaba realmente, era a él.
Por fin podía mirarlo a los ojos.
Por fin su mirada, se reflejaría en la suya, pudiendo decirse todas esas cosas que sentían,
sin necesitar de mediar palabra.
Sus manos se rozarían, sus labios se entrelazarían y sus corazones, podrían latir al unísono,
como si de uno solo se tratase.
Por fin el único espacio que existiría entre ellos, sería el de su propia piel.
Un espacio, que jamás impediría que pudieran sentir, como se fundían sus almas, como se dejaban llevar por el amor que sentían, y que tanto tiempo, habían compartido.



-Melancolía-


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sábado, 6 de junio de 2009

ESE LUGAR

Cierro los ojos por un momento, y todo a mi alrededor cambia completamente.
El aire se transforma de una manera increíble.
Deja de ser aire para convertirse en brisa cálida, con aroma y sabor a sal.
La ciudad se evapora, se sumerge en las arenas finas de una playa blanca y
suave y las hojas verdes de los árboles, cambian su sonido por el dulce susurro
de las olas del mar.
Me envuelve el manto cálido de la noche, dejando ver claramente el reflejo de
la luna llena, en el espejo inmenso del océano, mostrando su cara más bella.
Me quedaría eternamente entre mis sueños, entre mis pensamientos, en ese
lugar en donde mi alma, siente la tranquilidad y la paz más inmensa.
Me sumergiría en las aguas profundas de ese mar que tanto necesito, el mar
de mis anhelos. Ese que me embriaga y me llena de sensaciones maravillosas.
Me envolvería de la arena delicada, que tantas veces han pisado mis pies descalzos,
y que otras muchas, ha cubierto mi cuerpo, como una suave caricia.
Me acompañaría de la brisa como la única música capaz de llegar hasta mi alma,
y arroparla con tanta ternura.
Simplemente, me dejaría llevar por esa calidez que siento cuando mis sentimientos,
quedan varados en ese lugar, en donde se, que la felicidad, llenaría toda mi vida.




-Melancolía-




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