martes, 24 de marzo de 2009

SENSACIONES


Llorando tras los cristales, contempla como cae la lluvia. Su pensamiento no puede evitar
recorrer hacia atrás, un periodo de tiempo que sabe, que ya nunca volverá.
Jamás le importó la carencia de una vida repleta de comodidades, de lujo o de cualquier cosa, que el dichoso don dinero, pudiera comprar. Tenía lo más importante, el cariño y abrigo de una familia maravillosa.
Su vida transcurría en una casa alquilada, en una calle estrecha de la ciudad. No se podía decir
que estaba mal situada, porque en tan sólo unos minutos, podía alcanzar el centro, y al mismo tiempo, la catedral, que majestuosa se alzaba junto a la orilla del río.
De aquella época, le quedaron grabados numerosos detalles, que jamás podría olvidar.
Las mañanas de invierno, eran tremendamente frías. El piso no disponía de calefacción, pero
siempre encontraba bajo la mesa de la cocina, la estufa encendida. Aquel olor del malte que preparaba su abuela, era el aroma más increíble del mundo para ella.
Le parecía estar recorriendo la casa en ese mismo instante.
La cocina, como casi todas, por de aquel entonces, era tremendamente grande. Antes de entrar, tras pasar el vestíbulo, quedaba a mano izquierda la galería. Por ella podías contemplar el patio interior, en donde cuando salías a tender, podías conversar con las vecinas. Aquellos toldos de flores estampadas, de colores intensos, tenían la misión de proporcionar un poco de intimidad. Aunque no fuera algo que preocupaba demasiado en aquellos tiempos.
El lavadero, servía de entretenimiento cuando llegaba el verano. Le encantaba jugar a lavar la ropa con aquella pastilla de jabón de tajo, que casi no te cabía en las manos.
Conforme seguías avanzando, podías encontrarte con un gran armario que casi llenaba toda una pared. Fuerte y robusto, siempre le llamó la atención por el tallado que llevaba, por puertas y esquinas. Era impresionante.
La mesa, que siempre sirvió para todo, se encontraba repleta de todos los utensilios de escritorio, que su abuelo, usaba cada tarde.
El fregadero, junto a la cocina, era de un tamaño muy particular. A veces, llegaron hasta a bañarse en él.
Pese a que el piso disponía de un gran pasillo, en donde dos ventanales repletos de geranios
dejaban entrar cada día la luz del sol, la vida se concentraba en esa cocina, y en un pequeño cuartito de estar.
Parece que estuviera sentada en esos duros sofás de scay, color vino, en donde pasaron tantas horas viendo aquel televisor en blanco y negro, mientras cenaban.
La librería no era muy grande. Pero lo suficiente para guardar un clásico tocadiscos en color beige, que animaba las mañanas de los domingos, el televisor y una colección de novelas de
Agatha Christie, con la que jugaban a ver quién cogía la que tuviera la portada más terrorífica.
A la hora de dormir, todo el comedor cambiaba los muebles de lugar, para poder abrir aquella cómoda cama turca, o como ahora solemos decir, cama plegable, en donde compartía sueños con su hermana.
Las mantas arropaban aquellas noches tan frías, en donde el olor y el ambiente, se convirtieron en inolvidables.
Jamás podría olvidarse de todas las navidades pasadas entre aquellas paredes. La ilusión de encontrar un juguete, les hacía dormir plácidamente. Nunca tenían gran cantidad de regalos,
porque no disponían de economía suficiente para ello. Pero nunca le importó. Era feliz con una simple muñeca, aunque hubiera tenido que compartirla.
Años intensos, de sensaciones maravillosas, que de vez en cuando, volvían a su mente llenos de añoranza, y que le hacían derramar unas lágrimas.
Quizás porque sabía, que aquellas sensaciones, no podrían repetirse nunca más.
O quizás porque en el fondo, de vez en cuando, necesitaba de ellas.




-Melancolía-

lunes, 23 de marzo de 2009

LLEGAR A SENTIRLO


Hoy he paseado por aquél paraje maravilloso. He podido comprobar la belleza inmensa de la naturaleza en su pleno esplendor. La soledad, fiel compañera de todos mis sentimientos, ha compartido el placer de ese inolvidable momento.
Comencé a caminar sin ningún rumbo determinado. Mis pies, tomaron independientemente un destino, que incluso yo misma desconocía.
Rodeada por montañas, me he dejado llevar por el aire fresco de la mañana. Una mañana de primavera, realmente fascinante. Hacía tiempo que el cielo no era de un azul tan intenso.
Ni una sola nube cubría la majestuosidad con la que había amanecido el sol.
Absorta en la dulce caricia del viento, que me envolvía con los aromas embriagadores de cientos de flores silvestres, he llegado al cauce del río.
Mis oídos se han embelesado con el sonido del agua. Tibia, e increíblemente trasparente,
caía en un gran salto desde lo alto de la montaña, como si de una larga cola de caballo se tratara, salpicando tenuemente al llegar abajo.
Mirara por donde mirara, el verde más increíble lo cubría todo.
El olor de la hierba impregnaba mis pulmones, de esa sensación de frescor tan especial,
que solo posee la primavera, llena de colores intensos y sensaciones físicamente asombrosas.
Poder respirar, vivir cada detalle, cada color, cada ligero movimiento, cada dulce sonido, es algo, que no se puede describir. El único modo de conocerlo, es poder llegar a sentirlo.



-Melancolía-

sábado, 21 de marzo de 2009

UNA BELLA MARIPOSA


¿Has visto alguna vez revolotear mil mariposas, de mil colores? Van dejando una estela de polvo mágico, que baña las flores.
Ondean por el viento, como si de pañuelo de seda se tratase. Suaves, majestuosas, repletas
de armonía.
Su vuelo refleja el claro e intenso culto a la libertad. A la más maravillosa calma e inspiración.
A veces, cuando las observo, puedo sentir el viento acariciando mi piel, al igual que lo hace con sus alas.
Sería increíble poder planear del mismo modo, recorriendo mil y un lugares, acariciando las flores una a una, y absorbiendo de ellas, ese aroma intenso que poseen.
¿Sentirán lo mismo que yo cuando las contemplo? ¿Sabrán la belleza que poseen?
¿Sentirán realmente esa libertad que desprenden?
Es maravilloso, que un ser tan pequeño y delicado, pueda transmitir tanta fuerza, tanta cantidad de sentimientos, con tan sólo un ligero movimiento de sus alas.
Déjate llevar por un momento, abandona por un instante el suelo, y sumérgete en el azul intenso del cielo. Planea por el viento, sube, baja, remonta de nuevo y vuela, simplemente
vuela. Deja que el sol lave tus alas junto al rocío de la mañana, y bebe el néctar de las primeras flores de la primavera.
Fúndete con el verde de la hierba y respira profundamente. Que tus pulmones se embriaguen de la inmensidad de poder sentirte…. Una bella mariposa.



-Melancolía-

miércoles, 18 de marzo de 2009

LIBERTAD EN SOLEDAD





Su alma se sentía tremendamente dolida. Se refugió en aquel paraje de soledad y armonía,
para alentar así su espíritu y olvidar, lo que tanto daño le producía.
Escapó de todo aquello que le rodeaba, aislándose por completo.
Sus mañanas comenzaban respirando el aire fresco de las montañas. El abrir la ventana de su habitación, le hacía sentir el verdadero sentido de la libertad. El viento la acariciaba con ternura. Los aromas de las flores silvestres del lugar, la bañaban de suavidad y olores intensos.
Y el sonido del agua de aquel riachuelo tan cristalino, le trasmitía la paz, que tanto necesitaba.
No quería recordar nada de su pasado.
Su vida comenzaba en ese preciso momento. Nada quedaría de años anteriores. Todo se borraría de su mente para siempre.
En el fondo, era lo que en todo momento había deseado. Que el mundo desapareciera por completo. Que no hubiera nada ni nadie, que le atara a ningún lugar.
Había soñado mucho tiempo con la libertad. Una libertad que nunca había conocido.
Nunca quiso que nadie sintiera nada por ella, porque sabía que este instante llegaría.
La soledad fue siempre su meta. Y ahora, la tenía justamente entre sus manos.
Quizás se sentía un poco egoísta, porque sabía que su soledad, le alejaría de poder sufrir
por nada ni nadie. Solamente ella misma, sería la causa de cualquier sufrimiento que aconteciese.
Se habría un mundo nuevo para ella del que sabía, jamás querría marcharse.
Un mundo donde poder respirar profundamente sin miedo, sin reproches, sin reacciones adversas, que le causaran dolor.
El mundo que siempre deseo, el que le daría lo más valioso para su vida:
La libertad más grande, con la soledad más absoluta.




-Melancolía-

domingo, 1 de marzo de 2009

EL ULTIMO ADIOS


Un día gris amanece nuevamente. El frío penetra hasta los huesos. En aquel lugar, en donde las almas reposan para siempre, aun parece mucho más desapacible.
Se refleja la cara de angustia y desesperación de las gentes que acuden a decir el último adiós,
a un ser querido.
Es inevitable, acompañar a las personas a las que quieres, en esos momentos que tanto necesitan tu apoyo. Pero nunca me gustó hacerlo.
El viento sopla insistente. Te llegas a quedar tan fría, que tardas unas cuantas horas en entrar
en calor, cuando regresas a casa.
No sabes que hacer, que decir, que pensar. Creyente o no, escuchas las palabras del sacerdote, alentándote a ver, que más allá, existe algo. Por la manera de decirlo, casi podrías
llegar a pensar, que es algo mucho mejor que lo que tenemos.
Te habla de que la persona que se va, no se va, solo emprende un viaje a una vida mejor.
Que tenemos que estar felices por ello. Que va a estar rodeada de todos sus seres queridos.
De toda la paz y tranquilidad que jamás podríamos imaginar. Que demos gracias porque Dios,
la acoja en su seno.
Son palabras que, sinceramente, a mí nunca me ayudaron. Nunca comprendí el por qué tenía que renunciar a la compañía de los seres que más he necesitado. De aquellos que han formado parte de mi vida, de una manera irreemplazable. Por qué dejar de sentir sus caricias,
de escuchar su voz, de ver su sonrisa.
El vacío que dejan, es impresionante.
No, no pueden servirme esas palabras, después de ver la tristeza en todos y cada uno de los
seres que despiden un cuerpo inerte, metido en una caja de madera.
Quizás no nací para comprender ciertas cosas. Quizás no tengan comprensión alguna.
Quizás simplemente, no quiera comprenderlas.
Cuando termina el adiós en la capilla, comienza el auténtico calvario. Hasta el momento,
casi llegas a estar convencida de esas bellas palabras, que salen como caricias de mano del
sacerdote. Pero el primer golpe de viento te espabila, camino del nicho o la tumba donde
realmente, dormirá para siempre, por decirlo de alguna manera.
Entonces es cuando te das cuenta, de que ya no volverá. De que habrá momentos cruciales en tu vida, en donde no estará, en donde sentirás que falta una parte muy importante, que se perderá los instantes que tanto quisiste compartiera contigo.
Son estos momentos los que me dan que pensar, los que me hacen plantearme día a día,
el sentido de la vida. Por qué y para qué vivimos.
Tanto sacrificio diario, tanto luchar, tanto sufrir.
No encuentro razonamiento alguno, que me haga comprender cosas como el por qué, las mejores personas, son las que antes se alejan de tu vida. Por qué el sufrimiento de una madre,
que desea fervientemente tener un hijo, y cuando lo consigue, de un modo u otro lo pierde.
Y así sucesivamente, podría contar miles y miles de injusticias que no logro entender.
No, no puedo encontrar la contestación a las preguntas que cada día me hago a mí misma.
A algo que para mí, no tiene ni pies ni cabeza. Solo me hacen tener y sentir el deseo, de que esta vida que me toca vivir, pase lo más rápido posible.


-Melancolía-

UNA ROSA POR ALMA


Siempre llamó la atención por su mirada, su sonrisa de niña y sus singulares gestos al dialogar.
Parecía que su alma se dejaba ver en cada expresión, en cada conversación que mantenía.
A veces, no necesitaba ni hablar, sus ojos oscuros, lo hacían por sí solos.
Su rostro, no era de extremada belleza. Ni siquiera tenía un cuerpo deslumbrante.
Cosa que nunca le importó.
Era una simple amapola, en un inmenso jardín de rosas.
Cuando era niña, entendió que no es importante ser la más preciosa.
Entendió que la fisonomía de las personas, era un simple envoltorio para algo, que sí
debía de ser maravilloso.
Algo que debía ser cuidado día a día, haciendo que fuera cada vez más grande,
cada vez más puro.
Algo que sería para procurar la felicidad, de todo aquel que la rodeaba.
Algo que le haría de algún modo, ser la persona más increíblemente hermosa.
Aprendió a que en la vida, lo más importante está dentro de cada uno, y como tal,
intentó por todos los medios, embellecerse a sí misma. Hacer de su alma, una rosa.
Ahora, comprendía lo que era para ella la felicidad.
Respirar profundamente el aire puro de la mañana. Mojarse con la lluvia.
Contemplar cada detalle del día. Observar las estrellas por la noche. Disfrutar de la sonrisa de un niño. Y sobre todo, estar con las personas que quieres, cuando más lo necesitan.
A expresar sus sentimientos a cada momento. A decir te quiero.
A que las cosas realmente importantes, no las compra el dinero. A dar todo, sin pedir ni esperar nada a cambio. A repartir lo que en ella, siempre fue un caudaloso río, el cariño.
Un cariño inmenso y sincero, con el que esperaba llegar a cada rincón, a cada lugar y corazón,
donde hiciera falta. Solo esperaba, haberlo conseguido.



-Melancolía-