
Sus ilusiones se perdieron en un rincón del pasado. Un pasado reciente que la había hecho muy feliz.
Aquella mañana, todo cambió en su vida. El silencio se apoderó por completo de su alma.
Ese silencio que siempre temió. Que de algún modo, sabía que volvería a su vida para no
marcharse más.
Atrás quedaron las promesas, los planes de futuro y un posible escape a su dura existencia.
Aquel día supo que jamás podría ser feliz.
La pena se apoderaba poco a poco de su alma. Los días pasaban sin sentido, sin ningún afán de seguir adelante. Como si de una obligación más se tratara. El sol no brillaría más en sus ojos.
Y la luna dejaría de ser su confidente, su amiga fiel.
Las estrellas no iluminarían más sus noches oscuras, y el frío, sería penetrante.
Por más que lo intentaba, por más que luchaba por conseguir salir a flote, más se hundía.
De nada le sirvió esa máscara de sonrisa falsa, que mostraba al mundo para intentar convencerse a sí misma de que todo pasaría.
De que la vida no terminaba ahí.
De nada sirvieron los disfraces de felicidad que cada día posaba en su piel.
De nada valieron los intentos de demostrarse, que era más fuerte de lo que pensaba.
De nada sirvió un nuevo día, si él no estaba ahí.
Si jamás volvería a sentir su sonrisa, su vitalidad, sus toques de magia en cada mañana.
Si jamás oiría de sus labios……te quiero mi vida.
De nada sirvió.
-Melancolía-