Tras las dunas cálidas del desierto, se podía divisar aquel corcel negro.
Fastuoso e imparable, cabalgaba ligero y brioso, como el mismo viento.
Sus crines danzaban al compás de su elegante trote, como sedas de la
suavidad más increíble.
Alzando sus patas delanteras, como queriendo alcanzar el mismo cielo,
hacía alarde de su fuerza y su bravura, mientras demostraba al mundo,
hallarse en poder de la libertad, su libertad.
El mismo sol lo acariciaba cada día, mostrando su esplendente lomo azabache.
Como un mismo dios, ávido de vida, recorría miles y miles de kilómetros
sin descanso, como queriendo encontrar una salida, un por qué, un sueño.
Cuando sentía necesidad de beber, se acercaba al oasis más próximo.
Los animales lo observaban con asombro y admiración, pero se alejaban de é.
Con sumo cuidado, se asomaba a la orilla del agua y permanecía un instante
inmóvil, contemplando su reflejo. Cuando por fin saciaba su sed, arremetía
contra el agua, como queriendo romper esa belleza que él no comprendía.
Un ejemplar único en el mundo por su hermosura, y se sentía sólo, completamente
solo.
Tal vez, algún día, alguien comprendería que era un ser realmente especial,
y que por eso, no dejaba de tener sentimientos, de sufrir, de no poder llegar
a ser feliz.
Que la lindeza o la fealdad de alguien, no hace la pureza de su alma.
Que hay que acercarse a ella, con los ojos vendados, para descubrir realmente,
la verdadera grandeza de cada ser.
Fastuoso e imparable, cabalgaba ligero y brioso, como el mismo viento.
Sus crines danzaban al compás de su elegante trote, como sedas de la
suavidad más increíble.
Alzando sus patas delanteras, como queriendo alcanzar el mismo cielo,
hacía alarde de su fuerza y su bravura, mientras demostraba al mundo,
hallarse en poder de la libertad, su libertad.
El mismo sol lo acariciaba cada día, mostrando su esplendente lomo azabache.
Como un mismo dios, ávido de vida, recorría miles y miles de kilómetros
sin descanso, como queriendo encontrar una salida, un por qué, un sueño.
Cuando sentía necesidad de beber, se acercaba al oasis más próximo.
Los animales lo observaban con asombro y admiración, pero se alejaban de é.
Con sumo cuidado, se asomaba a la orilla del agua y permanecía un instante
inmóvil, contemplando su reflejo. Cuando por fin saciaba su sed, arremetía
contra el agua, como queriendo romper esa belleza que él no comprendía.
Un ejemplar único en el mundo por su hermosura, y se sentía sólo, completamente
solo.
Tal vez, algún día, alguien comprendería que era un ser realmente especial,
y que por eso, no dejaba de tener sentimientos, de sufrir, de no poder llegar
a ser feliz.
Que la lindeza o la fealdad de alguien, no hace la pureza de su alma.
Que hay que acercarse a ella, con los ojos vendados, para descubrir realmente,
la verdadera grandeza de cada ser.
-Melancolía-