martes, 22 de septiembre de 2009

UNA PIZCA DE FELICIDAD



Solía despertar cada mañana, desperezándose como una niña pequeña entre las sábanas.
Cuando conseguía abrir los ojos, contemplaba desde la cama la vieja ventana de madera,
por donde se colaban entre sus rendijas, pequeños rayos de luz.
Se estiraba una y otra vez, hasta que conseguía levantarse.
Descalza, se acercaba a la ventana y la abría de par en par, alzando la cara hacia el sol,
e intentando llenar sus pulmones del aire fresco de la mañana.
Allí mismo, hiciera frío o calor, abría sus brazos y dejaba que el aire la envolviera por completo.
Para ella, era un ritual. Una manera perfecta de comenzar un nuevo día. Un modo distinto de dar gracias por ello.
La casa, era la clásica de un pueblo de montaña. Paredes gruesas que guardan en su interior el frescor más cálido en verano, y en el duro invierno, requieren de una buena chimenea y unas cuantas mantas.
Hacía unos años que se había mudado allí, agobiada por el murmullo de la gran ciudad.
Su corazón y su mente, necesitaba un escape que al principio, creyó sería corto. Pero se enamoró tanto de aquel rústico paisaje, que decidió quedarse allí una larga temporada,
quizás, toda una vida.
Mirara por donde mirara, las montañas la rodeaban.
El verde era intenso .
El aroma puro y limpio.
Y la sensación de libertad, era absoluta.
No había muchas cosas que hacer por ahí, pero tampoco las necesitaba. Hacía un tiempo,
comenzó el sueño de su vida, comenzó a escribir. Relataba cualquier cosa, vivencias,
deseos, sueños, añoranzas, recuerdos.
Un momento, un simple segundo o un minúsculo acontecimiento que en ella provocara sentimientos, era motivo suficiente, para deslizar su pluma y dibujar sobre el papel miles de palabras, que iban cobrando sentido poco a poco.
A veces, bastaba una sonrisa, una mirada, un gesto inesperado.
Otras, una dulce música mientras contemplaba las gentes de aquel lugar. Mientras observaba como vivían.
El galopar de los caballos libremente por la pradera. El ladrido de un perro, o el vuelo de una paloma.
Hasta una simple nube, en ese intenso cielo azul, era capaz de hacer volar su imaginación, para que ella, en décimas de segundo, lo moldeara de un modo, que hacía que quien la leía, tuviera las mismas sensaciones, respirara los mismos aromas, y a veces, sintiera del mismo modo.
Quizás el sueño de su vida, no fuera escribir. Quizás lo que realmente deseaba, es poder transmitir de alguna manera, esas sensaciones tan maravillosas que ella relataba, porque del mismo modo las sentía. Porque quería compartirlas, transmitirlas. Quería que todas y cada una de las personas que pudieran leerla, por un instante, pudieran dejarse llevar. Pudieran olvidar cualquier dolor, cualquier pena. Pudieran envolverse de una pizca de felicidad, desde
el primer momento, en el que comenzaban a leerla.




-Melancolía-







SIN IMPORTANCIA


Hoy regreso la mirada al pasado. Mis ojos llegan a iluminarse, a la vez que brillan de emoción.
La emoción más maravillosa que jamás podría sentir, que jamás podré olvidar.
Recuerdo cada detalle de aquella época de mi vida, como si hubieran sido congelados, para que el tiempo no los dañe, no los borre nunca.
Lo que daría, por vivir un solo segundo de aquellos instantes.
Volver a sentir la mirada de aquella mujer que tanto embriago mi vida, de buenos y valiosos
sentimientos.
Poder dormirme en su regazo, mientras su voz acaricia y tranquiliza mi alma, para que tenga
dulces sueños.
Sentir sus manos acariciando mi pelo.
Respirar ese perfume, que en su piel, provocaba la envidia de la rosa más preciosa y olorosa.
Escuchar la ternura de sus palabras, aconsejándome siempre. Calmando mis miedos y mis
posibles iras, de modo que, casi todo, pareciera fácil, sencillo.
A su lado, los sueños eran alcanzables. Las nubes no quedaban tan lejos. Y la luna, la luna era la mejor amiga en la noche. La que velaba que nada ni nadie, pudiera dañarte mientras dormías.
Cómo me gustaría ver el sol, a través de esos cabellos blancos, que hacían que su luz creciera,
que su calidez fuera absoluta.
Hoy mi mente regresa a un mundo diferente por completo.
Un mundo en el que me sumerjo de vez en cuando, para soñar, para volar y sentirme libre.
Sentirme realmente protegida y arropada.
Un lugar perdido materialmente, pero tan vivo en mi pensamiento, que cada vez que me introduzco en él, vuelvo a sentirme niña. Vuelvo a creer, sentir, amar. Valorar lo que soy,
por encima de todo. Y recordar aquella frase que llenará mi vida para siempre.
“ No importa si eres rosa o una sencilla amapola. Lo que tú tienes, lo que eres interiormente, es lo realmente importante. Cuídalo y aliméntalo cada día con los mejores valores y más bellos sentimientos. Lo demás, no tiene importancia”






-Melancolía-

miércoles, 2 de septiembre de 2009

UN MAR EN CALMA




Tras la ventana contemplo el ir y venir del viento, apoyada en los cristales, que poco a poco se van humedeciendo por el contraste de la temperatura.
Los árboles de la avenida, dentro de nada, perderán ese verdor intenso que han mantenido durante todo el verano, para cambiar sus ropajes. Para más bien, desprenderse de ellos.
Es curiosa la naturaleza, y a la vez fascinante.
El cielo se ha tornado gris, quizás llueva, quizás no.
Quizás se esté tomando un pequeño descanso a tanta luz.
Dentro de unos meses, los días serán más tristes, más sombríos.
Volverá el frío intenso que tanto odio, dejando atrás cualquier rastro del verano.
La noche se convertirá en eterna y el día, despertará con el típico cielo encapotado de nubes o esa niebla densa, que se cuela hasta los huesos.
Tan sólo quedará el fuerte viento de esta tierra, que permanece impasible durante todo el año
y será el único capaz de devolverle la luz del sol, al duro invierno.
Cómo pasa el tiempo, como transcurre cada día envuelto en la más absurda monotonía.
Cómo sientes que se te escapa la vida en cada minuto, en cada segundo, y por mucho que quieras, no puedes impedir que esto suceda.
Los mismos lugares, los mismos paisajes y la misma rutina.
Tan sólo el ir y venir de las gentes que te son totalmente ajenas, cambia un poco cada día.
A veces los contemplo desde el autobús, con el único afán de poder llegar a saber que piensan,
que pasa por sus cabezas.
Cuando nuestra mente merodea por nuestro interior, como alma en pena, creemos que somos los que más sufrimos, a los que más nos afecta todo. Que no existe nadie que sufra más que tú, que a nadie le puede doler nada más, que a ti.
Tu mar de sentimientos es único, pero no por ello, es el más profundo y el más bravío.
El corazón de cada cual, navega incansablemente por ese mar cada día, intentando remontar cada dura tormenta que la vida pone a tu paso.
Muchos la afrontan con ilusión y energía. Otros sucumben ante el fuerte oleaje y se hunden o quedan varados para siempre.
En mi caso, simplemente lo afronto con una pequeña embarcación, con la que espero, día a día, alcanzar un mar en calma, que me lleve lo antes posible, hasta el final de la mía.




-Melancolía-