Hoy recordaba de una manera especial, aquel día. Su mirada, su sonrisa, su piel.
Sus palabras suaves y delicadas con respecto a ella. Su cariño sincero y su increíble
forma de amar.
El corazón de ambos latió apasionadamente desde el primer momento, en que se
cruzaron sus miradas. Su mano, busco la suya desesperadamente, y un cúmulo de
sensaciones recorrieron sus cuerpos, en aquel mismo instante.
Sabían que lo primero que harían cuando estuvieran juntos, era abrazarse, sentirse.
Fue inevitable, por un largo tiempo permanecieron abrazados, inmóviles y con el
susurro suave de mil te quieros, que envolvieron aquel instante mágico.
Lo habían deseado tanto tiempo, que ahora, les faltaba el mismo para poder estar
juntos.
Cuando consiguieron separar sus cuerpos, caminaron hasta una terraza.
Se sentaron y tomaron un café. Estaban viviendo un sueño y todavía no daban
crédito de ello.
Como en aquellas románticas películas, ella comenzó a sentir frío. El se quitó su chaqueta
y la colocó sobre sus hombros. Realmente era más, cosa de nervios, que el frío que realmente
podía hacer.
Conversaron durante un rato. A estas alturas, no recordaba nada de aquella conversación.
Podía más el recuerdo de sus gestos, su expresión, su ternura.
El quería compartirlo todo con ella, aunque sabía que era por un espacio breve de tiempo.
Su mundo, su trabajo, su hogar. Le mostró todo y ella se embelesaba con su mirada, su
boca, su dulce forma de hablar.
No pudieron evitar volverse a abrazar. Pero esta vez, sería diferente. Esta vez se sentirían
realmente. Sus labios se juntarían en cálidos besos, que despertarían el más maravilloso
acto de amor. Las más increíbles caricias y el mayor sentimiento que jamás vivirían, que ya
nunca podrían olvidar, y que desearían, poderlo vivir eternamente.
Sus palabras suaves y delicadas con respecto a ella. Su cariño sincero y su increíble
forma de amar.
El corazón de ambos latió apasionadamente desde el primer momento, en que se
cruzaron sus miradas. Su mano, busco la suya desesperadamente, y un cúmulo de
sensaciones recorrieron sus cuerpos, en aquel mismo instante.
Sabían que lo primero que harían cuando estuvieran juntos, era abrazarse, sentirse.
Fue inevitable, por un largo tiempo permanecieron abrazados, inmóviles y con el
susurro suave de mil te quieros, que envolvieron aquel instante mágico.
Lo habían deseado tanto tiempo, que ahora, les faltaba el mismo para poder estar
juntos.
Cuando consiguieron separar sus cuerpos, caminaron hasta una terraza.
Se sentaron y tomaron un café. Estaban viviendo un sueño y todavía no daban
crédito de ello.
Como en aquellas románticas películas, ella comenzó a sentir frío. El se quitó su chaqueta
y la colocó sobre sus hombros. Realmente era más, cosa de nervios, que el frío que realmente
podía hacer.
Conversaron durante un rato. A estas alturas, no recordaba nada de aquella conversación.
Podía más el recuerdo de sus gestos, su expresión, su ternura.
El quería compartirlo todo con ella, aunque sabía que era por un espacio breve de tiempo.
Su mundo, su trabajo, su hogar. Le mostró todo y ella se embelesaba con su mirada, su
boca, su dulce forma de hablar.
No pudieron evitar volverse a abrazar. Pero esta vez, sería diferente. Esta vez se sentirían
realmente. Sus labios se juntarían en cálidos besos, que despertarían el más maravilloso
acto de amor. Las más increíbles caricias y el mayor sentimiento que jamás vivirían, que ya
nunca podrían olvidar, y que desearían, poderlo vivir eternamente.
-Melancolía-