
La noche ha llegado casi sin darse cuenta. Como cada día últimamente, acaba sentada en un rincón de su habitación. Con la cabeza escondida entre las piernas, doblegada, triste y sumisa,
descarga su llanto.
La oscuridad de su cuarto, oculta sus rasgos cansados, demacrados y desmejorados, de la que fue una muñeca de porcelana.
Su pelo negro ha perdido el brillo que tenía. Su rostro, esa delicadeza innata que desprendía.
Y su mirada, ha cambiado su intensidad, por la tristeza más absoluta.
Atrás quedaron sus sueños, sus ilusiones, y aquella seguridad en sí misma, que siempre tuvo.
Ya no sabía que era sentir la libertad de la brisa, respirar el aroma de una flor, y lo que es más importante, el valor de una caricia.
Su vida se truncó en el mismo instante en que su corazón, comenzó a latir descontrolado, por
aquél, que creyó su gran amor.
Con la ingenuidad y la inocencia a flor de piel, se enamoró del que primero, compartiría su vida, para luego destrozarla por completo.
Las caricias, se convirtieron en golpes. Las palabras, en dagas afiladas e hirientes.
Y el amor, el amor se desvaneció como si nunca hubiese existido.
Cada día deseaba que llegara la noche. Cada noche, que no llegase la mañana. Y cada minuto,
que fuese el último.
Los recuerdos de su infancia, era lo único que la mantenía a flote. Lo único que le daba fuerzas para seguir.
Aferrarse a ellos, era lo que le hacía ver una luz de esperanza, en su apagada vida.
Era difícil comprender por qué seguía ahí, por qué no salía de esa prisión.
La verdad, ni ella misma lo entendía.
¿Quizás el miedo? ¿Quizás se sentía perdida, sola?
O quizás y simplemente, había perdido toda razón por vivir, por luchar.
Quizás la vida, no supo mantener en ella la magia.
Quizás no le dio la oportunidad de descubrir, que hay un mundo maravilloso.
Que no todos son tormentas y días grises. Que hay un bello paisaje donde el cielo es de un azul increíble, el sol brilla cada día, y el viento acaricia todo aquello por lo que pasa.
Que hay campos repletos de flores, que esparcen su aroma entre mil colores intensos.
Que se puede soñar, e incluso llegar a alcanzar tus sueños.
Que cada noche hay infinidad de estrellas, capaces de alumbrar la oscuridad más absoluta.
Y que el amor existe, aunque para ella, haya sido una tortura.
descarga su llanto.
La oscuridad de su cuarto, oculta sus rasgos cansados, demacrados y desmejorados, de la que fue una muñeca de porcelana.
Su pelo negro ha perdido el brillo que tenía. Su rostro, esa delicadeza innata que desprendía.
Y su mirada, ha cambiado su intensidad, por la tristeza más absoluta.
Atrás quedaron sus sueños, sus ilusiones, y aquella seguridad en sí misma, que siempre tuvo.
Ya no sabía que era sentir la libertad de la brisa, respirar el aroma de una flor, y lo que es más importante, el valor de una caricia.
Su vida se truncó en el mismo instante en que su corazón, comenzó a latir descontrolado, por
aquél, que creyó su gran amor.
Con la ingenuidad y la inocencia a flor de piel, se enamoró del que primero, compartiría su vida, para luego destrozarla por completo.
Las caricias, se convirtieron en golpes. Las palabras, en dagas afiladas e hirientes.
Y el amor, el amor se desvaneció como si nunca hubiese existido.
Cada día deseaba que llegara la noche. Cada noche, que no llegase la mañana. Y cada minuto,
que fuese el último.
Los recuerdos de su infancia, era lo único que la mantenía a flote. Lo único que le daba fuerzas para seguir.
Aferrarse a ellos, era lo que le hacía ver una luz de esperanza, en su apagada vida.
Era difícil comprender por qué seguía ahí, por qué no salía de esa prisión.
La verdad, ni ella misma lo entendía.
¿Quizás el miedo? ¿Quizás se sentía perdida, sola?
O quizás y simplemente, había perdido toda razón por vivir, por luchar.
Quizás la vida, no supo mantener en ella la magia.
Quizás no le dio la oportunidad de descubrir, que hay un mundo maravilloso.
Que no todos son tormentas y días grises. Que hay un bello paisaje donde el cielo es de un azul increíble, el sol brilla cada día, y el viento acaricia todo aquello por lo que pasa.
Que hay campos repletos de flores, que esparcen su aroma entre mil colores intensos.
Que se puede soñar, e incluso llegar a alcanzar tus sueños.
Que cada noche hay infinidad de estrellas, capaces de alumbrar la oscuridad más absoluta.
Y que el amor existe, aunque para ella, haya sido una tortura.
-Melancolía-