
El viento sopla suave. Las copas verdes de los árboles, se mueven al compás de sus caricias.
El cielo es de un azul intenso. Y las nubes, las nubes cual algodón blanco, dibujan estelas
conforme se deslizan por él.
El sol brilla intensamente, y el día en sí, es maravilloso.
Tumbada en mitad de la campiña, observa impasible tanta belleza.
La hierba de un verde vivo, dibuja ondas simulando las tibias aguas del mar.
Las amapolas han brotado por toda la pradera, dejando una mezcla fascinante de colores en tan peculiar rincón de la naturaleza.
El aire es fresco. Pero guarda la calidez de una mañana de primavera.
A sus oídos llegan los sonidos indescriptibles de tan embriagador paraje.
Se deja llevar por ellos, como si de una sinfonía encantadora se tratara.
Su piel se estremece con el roce del viento, que con suavidad la acaricia.
Su tez es tersa y suave. Sus cabellos dorados se funden con el espesor de la hierba, formando
un tapiz entrelazado, realmente curioso.
Sus ojos azules, reflejan el brillo penetrante de un alma enamorada.
Y su corazón, late enardecido con el recuerdo de un gran amor.
Un amor que le mostró lo verdaderamente importante de la vida.
Que le enseño a amar, a sentir, a vivir.
Que le abrió las puertas hacia una vida repleta de sensaciones y sentimientos, que jamás
había conocido.
Seguía impasible mientras recordaba.
Quizás porque con el roce del viento, creía estar sintiendo sus manos.
Los aromas, le recordaban el olor de su piel.
Y los sonidos, los suaves susurros que salieron de sus labios, cuando él le dijo….te quiero.
No quería romper la magia que la rodeaba en ese momento. Quería seguir soñando despierta.
No pasaba un solo momento, sin pensar en él. Sin desear que algún día, sus sueños dejaran de serlo, para convertirse en una realidad maravillosa.
El cielo es de un azul intenso. Y las nubes, las nubes cual algodón blanco, dibujan estelas
conforme se deslizan por él.
El sol brilla intensamente, y el día en sí, es maravilloso.
Tumbada en mitad de la campiña, observa impasible tanta belleza.
La hierba de un verde vivo, dibuja ondas simulando las tibias aguas del mar.
Las amapolas han brotado por toda la pradera, dejando una mezcla fascinante de colores en tan peculiar rincón de la naturaleza.
El aire es fresco. Pero guarda la calidez de una mañana de primavera.
A sus oídos llegan los sonidos indescriptibles de tan embriagador paraje.
Se deja llevar por ellos, como si de una sinfonía encantadora se tratara.
Su piel se estremece con el roce del viento, que con suavidad la acaricia.
Su tez es tersa y suave. Sus cabellos dorados se funden con el espesor de la hierba, formando
un tapiz entrelazado, realmente curioso.
Sus ojos azules, reflejan el brillo penetrante de un alma enamorada.
Y su corazón, late enardecido con el recuerdo de un gran amor.
Un amor que le mostró lo verdaderamente importante de la vida.
Que le enseño a amar, a sentir, a vivir.
Que le abrió las puertas hacia una vida repleta de sensaciones y sentimientos, que jamás
había conocido.
Seguía impasible mientras recordaba.
Quizás porque con el roce del viento, creía estar sintiendo sus manos.
Los aromas, le recordaban el olor de su piel.
Y los sonidos, los suaves susurros que salieron de sus labios, cuando él le dijo….te quiero.
No quería romper la magia que la rodeaba en ese momento. Quería seguir soñando despierta.
No pasaba un solo momento, sin pensar en él. Sin desear que algún día, sus sueños dejaran de serlo, para convertirse en una realidad maravillosa.
-Melancolía-